VIAJE AL INFIERNO El estreno de la sobrecogedora película «Los hijos de Saúl» del director novel Lazslo Nemez saca a la luz uno de los aspectos más horribles de la organización interna de los campos de concentración durante el Holocausto: la existencia de los denominados sonderkommando. La historia de Saúl, el protagonista, nos retrotrae a la Shlomo Venezia, este sí, un personaje real fallecido el 1 de octubre de 2012. Había nacido el 29 de enero de 1923 en una comunidad pobre judeo-italiana de Tesalónica, Grecia. El infierno sobrevino el 24 de marzo de 1944: las tropas germanas invadieron Tesalónica y Shlomo y su familia fueron trasladados primero a Atenas; y desde allí al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, en Polonia. Llegó junto a su madre y dos hermanas en un vagón de ganado, hacinados con cientos o miles de deportados. Al descender del vagón, entre gritos y golpes, se giró para ver a su madre y hermanas, Marta y Marica. No estaban. Jamás volvería a verlas. Así se describe en un libro «Inside the Gas Chamber. Eight months in the Sonderkommando of Auschwitz», escrito por la periodista Beatrice Prasquier, a partir de dolientes entrevistas extraídas de la indeseada memoria. La historia de Shlomo Venezia se enmarca en lo que Primo Levi, escritor, superviviente también del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, denominaba “zona gris” en referencia a los presos que para sobrevivir se movían en la difusa línea del colaboracionismo. Shlomo, entonces un joven de 20 años, fue uno de ellos. Se le asignó a un sonderkommando, unidades de prisioneros que tenían como función dirigir a miles de personas, de su misma etnia, a las cámaras de gas, y trasladar los cuerpos, miles diariamente, doce horas diarias, siete días a la semana, a los hornos crematorios. Algunos párrafos del libro encogen el alma: las personas despojadas de sus ropas se introducían mansamente en las cámaras, pensando, o así se les quería hacer creer, que se trataba de duchas. Muchas veces tenían que esperar apiñadas durante largo tiempo porque los bidones con el gas se retrasaban. Recuerdo un caso en que la espera fue especialmente prolongada. Finalmente, el soldado alemán llegó con los bidones. Tomó a dos prisioneros del sonderkommando para que le ayudasen a levantar el bidón por encima de la cámara de gas, introduciendo el Zyklon-B a través de la abertura. La tapa era de cemento, muy pesada. El soldado alemán requería la ayuda de dos de nosotros. A veces era yo mismo; otras veces les tocaba a otros. Una vez que se lanzaba el gas, tardaba entre diez y doce minutos. Al cabo de ese tiempo ya no se escuchaba nada. Más tarde venía la tarea de cortar el pelo y arrancar los dientes de oro. A continuación dos prisioneros cargaban los cuerpos desnudos y yacentes en elevadores hasta el horno crematorio. Alrededor de medio millón de personas fueron asesinadas durante los nueve meses que Shlomo Venezia permaneció en Auschwitz-Birkenau. El 18 de enero de 1945, el campo fue evacuado poco antes de ser ocupado por las tropas del Ejército Rojo. Los prisioneros fueron trasladados hacia Alemania en la que se llamó «marcha de la muerte». Durante todo el tiempo que el campo de Auschwitz-Birkenau (un cuartel de caballería del ejército polaco reconvertido en campo de exterminio) dos mil novecientos prisioneros formaron parte de los sonderkommando. La mayoría se suicidaron tras la liberación de los campos .Aquellos que sobrevivieron a la muerte dentro del campo y al suicidio tras la libertad acarrearon el resto de sus vidas la forma más extrema de sufrimiento. Me permito recomendarles la visión de la película «Los hijos de Saúl», nombre genérico para todos los descendientes del que, según la mitología, se consideró el primer rey de los judíos. Zaragoza, 18 de enero de 2015 Dr. José Manuel López Tricas Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria Farmacia Las Fuentes Florentino Ballesteros, 11-13 50002 Zaragoza |
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