ESCLEROSIS LATERAL AMIOTRÓFICA. CONCEPTOS BÁSICOS
La «esclerosis lateral amiotrófica», más conocida por su acrónimo ELA, es una enfermedad neurodegenerativa progresiva e irreversible. Su signo patognomónico es la pérdida de la inervación de las neuronas motoras sobre la musculatura esquelética. Su trasunto clínico es una debilidad muscular progresiva que decae hasta una parálisis total. Se describió como entidad clínica en el año 1869 por el neurólogo francés Jean-Martin Charcot (1825-1893). La enfermedad debuta entre la cuarta y séptima década de la vida, pero hay casos en que se manifiestan fuera de este rango de edad. En algunos países se le denomina «enfermedad de Lou Gehrig», el famoso jugador de béisbol norteamericano. Otros personajes conocidos también padecieron la enfermedad, si bien su partida de defunción refería otra circunstancia. Así, el compositor ruso Dimitri Shostakovich sufrió de ELA, si bien falleció a consecuencia de un cáncer de pulmón; Mao Zedong también estuvo afectado de la enfermedad, aunque se afirmó que su óbito se debió a la enfermedad de Parkinson. El conocido presentador de televisión y doblador de tantos actores en tantas películas, Constantino Romero, fue otra víctima de la «esclerosis lateral amiotrófica». Tristemente podríamos mencionar a muchos más personajes, conocidos unos, anónimos la mayoría. La incidencia de la enfermedad en España, según la Asociación Española de la ELA, es de 2.827 personas, si bien la estimación del número de afectados ronda las 4.000 personas, dado que no todos los centros hospitalarios han aportado información a la encuesta revELA. A título comparativo, en Estados Unidos, con aproximadamente 6 veces la población de España, hay alrededor de 30.000 enfermos; y cada año se diagnostican 5.000 nuevos casos. Inexplicablemente la enfermedad ha afectado a tres grupos de personas: jugadores de fútbol italiano, veteranos de la Guerra del Golfo que siguió a la invasión de Kuwait por el ejército iraquí en agosto del año 1991; y habitantes de la isla de Guam. [Guam fue parte de la colonia española de Filipinas hasta que pasó a jurisdicción estadounidense tras la guerra hispano-norteamericana de 1898]. La supervivencia tras el diagnóstico confirmatorio oscila entre 3 y 5 años. Una notable excepción al día de la fecha es el físico Stephen Hawking, de la universidad de Cambridge, Reino Unido, que continúa vivo 40 años después de que le fuera diagnosticada la enfermedad, si bien con limitaciones físicas extremas. Un aspecto cruel de la «esclerosis lateral amiotrófica» es que los pacientes mantienen intactas sus funciones intelectuales durante el curso de la enfermedad siendo plenamente conscientes de la progresiva debilidad y parálisis de su cuerpo. Aun cuando entre un 5% y un 10% de los pacientes desarrollan la versión hereditaria, la mayoría (entre un 90% y 95%) desarrollan la enfermedad de manera espontánea, denominándose por ello «ELA esporádica». Al comienzo los pacientes manifiestan fatiga inusual en brazos y piernas, tropiezan con frecuencia, se les caen objetos de las manos, tienen dificultades en articular palabras (disartria), caminan con progresiva torpeza, llegando a precisar ayuda para tareas básicas como lavarse o vestirse. Cuando la parálisis muscular progresa surge dificultad para respirar por sí mismos, requiriendo primero ventilación asistida y, en estadios más avanzados, la realización de una traqueotomía. Los órganos sensoriales (vista, oído, gusto, olfato y tacto) no se ven afectados. La degeneración solo afecta a las neuronas motoras, que partiendo desde las astas posteriores de la médula espinal, inervan la musculatura esquelética. Por razones que se ignoran las neuronas motoras que inervan la musculatura del ojo y la vejiga solo se ven afectadas en las fases terminales del proceso neurodegenerativo. No existe tratamiento farmacológico para la «esclerosis lateral amiotrófica». El único medicamento que se prescribe es el Riluzol. El fundamento de tal proceder se basa en la observación de elevadas concentraciones de glutamato en el tejido nervioso de estos enfermos. Riluzol se engarza a los receptores del glutamato, bloqueándolos, disminuyendo la actividad glutaminérgica cerebral. Sin embargo, es un tratamiento paliativo, y su relativa eficacia se limita a los estadios iniciales de la enfermedad.
No se sabe qué factores desencadenan la enfermedad. Un descubrimiento realizado en el año 1993 ha supuesto un mínimo avance: una forma hereditaria de «esclerosis lateral amiotrófica» que afecta al 2% aproximadamente de los pacientes se relaciona con una mutación del gen superóxido-dismutasa, enzima que protege a las células del daño causado por los radicales libres que se producen durante las reacciones metabólicas fisiológicas. Se ha sugerido que la mutación confiere alguna propiedad destructiva a la enzima mutada, fenómeno que en genética se denomina «adquisición de función». Las neuronas motoras tienen su cuerpo celular en las astas posteriores de la médula espinal. Su prolongación principal (axón) se dirige hasta el músculo inervado. La longitud del axón puede alcanzar, en algunos casos, hasta 1 metro de longitud. El axón se bifurca en terminales axónicas que a la manera de las púas de un rastrillo contactan con el músculo esquelético. Estas uniones se denominan «botones sinápticos». Se ha estudiado de modo exhaustivo de qué modo degenera el axón. Hasta ahora estas investigaciones no han conducido a ningún avance en la mejora del escenario clínico de los enfermos. HACIA DONDE VA LA INVESTIGACIÓN. ALGUNOS ESBOZOS… Un grupo de investigación encabezado por Jeffrey Milbrandt en la universidad de Washington, en San Luis, ha hallado un ratón mutante que sintetiza cantidades anormalmente elevadas de NAD (acrónimo de Nicotinamida Adenina Dinucléotido). De alguna manera, concentraciones elevadas de NAD protegen las neuronas motoras. Se buscan posibles fármacos que potencien esta ruta metabólica. No solo podrían resultar potencialmente valiosos para la «esclerosis lateral amiotrófica» sino para otras muchas enfermedades neurodegenerativas. Otro equipo de investigación dirigido por Peter Carmeliet en la universidad católica de Lovaina, Bélgica, consiguieron ratones transgénicos incapaces de sintetizar el «Factor de Crecimiento del Endotelio Vascular», más conocido por su acrónimo en inglés VEGF (Vascular Endothelial Growth Factor). Esta proteína se halla involucrada en el control del crecimiento y la permeabilidad de los vasos sanguíneos. De modo imprevisto, estos ratones transgénicos desarrollaron un trastorno de las neuronas motoras. Con la colaboración de la empresa farmacéutica Oxford Biomedica se intentó administrar VEGF usando virus como vectores para sortear la barrera hemática-cerebral. Las terminales de las neuronas motoras captaron el virus, liberándose el VEGF en suficiente cantidad para retrasar la aparición, y frenar la progresión de la patología neurodegenerativa en los múridos. En ulteriores experimentos se observó que los humanos con «esclerosis lateral amiotrófica» tienen niveles de VEGF excepcionalmente bajos. En la actualidad, el grupo de Carmeliet trabaja junto con la compañía farmacéutica sueca NeuroNova para desarrollar ensayos clínicos con VEFG. Otra proteína que protege los nervios es la IGF-1, acrónimo de Insulin Growth Factor tipo 1, también denominada «Factor de Crecimiento Insulínico». Sus efectos son muy notorios tanto sobre las neuronas motoras en cultivo celular, como sobre modelos experimentales animales. Un grupo de investigación del Instituto Salk (creado por Jonas Salk, el descubridor de la vacuna inyectable contra la polio), en San Diego, California, Estados Unidos, han logrado inyectar IGF-1 vehiculizado en virus modificados, a ratones portadores de la mutación de la enzima superóxido-dismutasa que, consecuentemente, habían desarrollado una enfermedad similar a la ELA humana. Este tratamiento experimental aumento la esperanza de vida de estos ratones en un 30% aproximadamente. Se está en vías de realizar los primeros ensayos clínicos en humanos con esta técnica. Se sabe que el ejercicio físico incrementa los niveles de IGF-1. La asociación de ejercicio físico y administración exógena de IGF-1 se presupone tendrá un efecto sinérgico. Otra esperanza procede de la investigación sobre la terapia con células madre. Algunos experimentos parecen indicar que el injerto de células madre no solo podría suplir a las neuronas motoras dañadas, sino frenar la degeneración de aquellas que mantienen algún grado de funcionalidad. La técnica del «ARN de interferencia» (ARNi) también es esperanzador. Experimentos realizados por Aebischer y Arrouz, en Oxford Biomedica, han demostrado que la tecnología del «ARN de interferencia» podría frenar la progresión de la enfermedad en ratones con la mutación de la enzima superóxido-dismutasa. Finalmente la asociación norteamericana contra la ELA (ALS, en inglés, de «Amyotrophic Lateral Sclerosis»), organización filantrópica, está llevando a cabo ensayos clínicos con una combinación de dos sustancias, un fármaco, Celecoxib (un anti-inflamatorio que reprime la destrucción de las células de glía hiperactivas) y creatina (un aminoácido que no forma parte de las proteínas). Estas moléculas, de bajo peso molecular, difunden sin problemas en el tejido nervioso. Se sabe que el ejercicio físico regular no violento ofrece protección frente a la «esclerosis lateral amiotrófica» y otras enfermedades neurodegenerativas. Es lo único que podemos hacer frente a este pandemonio neurológico. Zaragoza, a 18 de julio de 2017 Dr. José Manuel López Tricas Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria Farmacia Las Fuentes Zaragoza |
Médico Farmacéuticos > Informes Técnicos >