DOROTHEA BUCK Y SU COMPROMISO SOCIAL
Dorothea Buck en el año 1956
Marzo de 1936: el ejército germano invadió Renania, Lander perdido por Alemania como resultado del «Tratado de Versalles», con el que se quiso establecer la paz en Europa tras la «Gran Guerra» con las desastrosas consecuencias conocidas. Días antes de la invasión alemana de Renania, Dorothea Buck, a la sazón una muchacha de 19 años, hija de un pastor protestante alemán, con frecuentes aflicciones nerviosas hubo de ser hospitalizada. Se le diagnosticó esquizofrenia.
Unos años antes, el 14 de julio de 1933, el régimen nazi promulgó la «Ley para la Prevención de Descendencia con Enfermedades Genéticas». Esta Ley se redactó a partir de una Ley anterior prusiana de 1932 (República de Weimar). En ella se otorgaba a los funcionarios la potestad de ofrecer la esterilización «voluntaria» (vasectomía para los hombres, ligadura de trompas para las mujeres). La nueva Ley nazi fue redactada por Falk Ruttke, abogado, Arthur Gütt, médico responsable de Salud Pública, y Ernst Rüdin, psiquiatra adalid de las políticas de «higiene racial». En un principio había que esterilizar a las personas con alguna de las siguientes condiciones: retraso mental, esquizofrenia, trastorno maníaco-depresivo (hoy denominada «enfermedad bipolar»), ceguera o sordera genéticas, grave deformidad física, y alcoholismo crónico. Muchos prestigiosos genetistas, psiquiatras, antropólogos, e incluso filósofos, se afanaron ayudando a los tribunales en la elaboración de las listas para satisfacer las políticas eugenésicas. Se consideró que la higiene de la raza aria exigía la esterilización de no menos de 400.000 ciudadanos alemanes. Muchos médicos apoyaron estas iniciativas, no pocos por convicción, algunos por mantener su estatus profesional o por temor a represalias. Rudolf Hess, el “Hitler interino” se refería a las prácticas eugenésicas como “biología aplicada”. El régimen nazi consideraba la raza nórdica (escandinavos) como paradigma de la raza aria.
La «Ley para la Prevención de Descendencia con Enfermedades Genéticas» no fue rechazada de modo generalizada fuera de Alemania. Se criticaba más su posible aplicación a judíos (a quienes ya se les había despojado de la ciudadanía alemana) o a detractores políticos, que la conveniencia de la ley en sí misma. El posicionamiento favorable de prestigiosos científicos le otorgaba ante la comunidad científica internacional un aura de credibilidad.
Durante las primeras décadas del siglo XX tomó un inusitado auge la creencia del empobrecimiento genético de la sociedad en una interpretación maliciosa y simplista del denominado neodarwinismo social, según el que los individuos menos dotados o con graves afecciones genéticas, dado que solían tener más descendencia, expandían genes defectivos en el conjunto de la sociedad.
En algunos estados norteamericanos, pero también países como Noruega, Suecia y Finlandia se promulgaron leyes para esterilizar, con relativo consentimiento de sus familias, e indubitada aceptación social, a las personas catalogadas de defectuosas y, por ello mismo, inapropiadas para generar descendencia. En Reino Unido, solo la oposición de la minoritaria Iglesia Católica, consiguió impedir que se dictase una ley de ese tenor. Sin embargo, en todos estos países la esterilización fue minoritaria, en ningún caso de la forma generalizada de la Alemania nazi.
Dorothea Buck, tras ser esterilizada, permaneció confinada en un asilo (eufemismo para manicomio) durante nueve meses, donde se le “disciplinó” a base de torturas, incluyendo duchas con agua helada y prácticas médicas abusivas (por ejemplo, extirpación innecesaria del apéndice). Incluso así, se pudo considerar afortunada. En la mayoría de casos como el suyo, el destino final era la eutanasia, informándose a sus familiares de la muerte por causas orgánicas, generalmente una infección pulmonar. Tras ser liberada, se le prohibió contraer matrimonio, así como desarrollarse profesionalmente.
A lo largo de la Segunda Guerra Mundial sufrió otros dos ingresos hospitalarios. A pesar de las trabas, ocultando su historial médico, estudió durante la guerra, haciéndose escultora. Tras su último episodio de psicosis en el año 1959, inició una verdadera campaña a favor del trato humanitario a los enfermos mentales. Recordemos que a finales de la década de 1950, comenzó a usarse el medicamento Clorpromacina (Largactil®), cuyos efectos para controlar farmacológicamente la enfermedad psicótica, de la que la esquizofrenia es la forma más común, cambió para siempre la aceptación social de las enfermedades mentales.
Dorothea Buck ha fallecido en octubre de 2019, a la edad de 102 años, en la Clínica Psiquiátrica Charité, adscrita a la Universidad Libre de Berlín y a la Universidad Humboldt, también en la capital alemana. En la puerta principal de la Clínica Psiquiátrica Charité hay una escultura (ver fotografía que acompaña al texto) de Dorothea Buck que representa a una madre con un niño.
Su trabajo escultórico le ayudo a sobrellevar las adversidades de la vida. En sus memorias (“On the Trail of the Morning Star”) publicadas en 1990 hablaba de la ausencia de empatía entre muchos psiquiatras y sus pacientes, al menos durante su juventud y primera adultez. El libro se publicó inicialmente con un seudónimo, Sophie Zerchin (anagrama para la palabra alemana esquizofrenia, schizophrenie) al objeto de no ver comprometida su reputación como escultora. Sin embargo, tras implicarse públicamente en la defensa de los pacientes con esta grave e incurable enfermedad, comenzó a manifestarse sin tapujos.
En 1989, junto con el psiquiatra Thomas Bock, comenzaron a realizar lo que denominaban «diálogos tripartitos», en que médicos, pacientes y familiares hablaban abiertamente de las enfermedades psicóticas. El concepto que subyace en estas reuniones es que los esquizofrénicos no son objetos de estudio sin alma, sino personas que sufren, interpretan erróneamente la realidad, pero necesitan respuestas a las preguntas que frecuentemente les atormentan. La psiquiatría actual, sobre todo para las enfermedades psicóticas, las más graves de entre todas las patologías de la mente, busca el remedio en los efectos de potentes, y eficaces, medicamentos, dejando muchas veces de lado los aspectos complejos de la personalidad de los enfermos.
Hasta muy recientemente, Dorothea Buck ocultó su historial médico psiquiátrico. Ello le permitió matricularse en 1942 (en plena Segunda Guerra Mundial) en una escuela de arte de Frankfurt, donde se formó como ceramista, ejerciendo como docente durante varios años. Sin embargo, la sensación de culpabilidad por haber sobrevivido a los asesinatos generalizados de enfermos mentales durante el régimen nazi, determinó su implicación en la lucha por la dignidad de los enfermos psiquiátricos.
Su existencia fue siempre perturbadora, confrontando su actitud moral con su trabajo escultórico, subvencionado por una sociedad [alemana] sobre la que pesaba el ignominioso y degradante trato dado a millones de seres humanos, en razón de su religión, etnia o enfermedad. Estas contradicciones le llevaron a abandonar prácticamente su trabajo de escultora a finales de la década de 1960. Desde entonces publicó varios textos sobre los asesinatos de discapacitados y enfermos mentales durante el nazismo, y a favor de humanizar la psiquiatría.
En el año 2011, ya nonagenaria, fundó la Fundación Dorothea Buck para ayudar a enfermos mentales.
En el año 2017, con 100 años, fue galardonada con la «Gran Cruz del Mérito de la República Federal de Alemania» (el máximo reconocimiento por su servicio a la comunidad), así como por el senado de Hamburgo.
Zaragoza, a 22 de octubre de 2019
Dr. José Manuel López Tricas
Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria
Farmacia Las Fuentes
Zaragoza