EL ENEMIGO SILENCIOSO Hace algunos años los medios de comunicación se hicieron eco, las más de las veces de modo alarmante, de lo que parecía una inminente y mortífera pandemia de gripe. Los titulares evocaban una memoria histórica de pestes, muertes indiscriminadas y un ancestral temor hacia lo ignorado, procedente del submundo de lo visible. La terrible amenaza no llegó cuando se preveía. Y de la alarma se pasó a la sospecha de que el miedo a la pandemia se había exagerado hasta lo grotesco, junto a las suspicacias de sustantivos negocios. La manera de enfocar el asunto fue un error conceptual. Pero no debemos olvidar que las pandemias nunca surgen al principio de un modo explosivo, sino de un modo solapado y discreto. De alguna manera las pandemias se expanden como los tsunamis: durante su primera fase son poco más que una ola oceánica, apenas perceptible. Solo cuando hallan una circunstancia favorable (la costa en el caso de los tsunamis) inician un fase dramática de destrucción cuyas consecuencias nos desbordan y resultan prácticamente imparables. Las señales de riesgo de infecciones potencialmente pandémicas se han estado produciendo durante los últimos meses en China y Arabia Saudí. Las noticias de una infección vírica (H7N9 [H, de Hemaglutinina; N, de Neuraminidasa]), una nueva forma de gripe aviar ha causado algunas víctimas en Shanghai y otras ciudades de la República Popular China. La comunidad científica sigue con interés la evolución de un nuevo virus (coronavirus) en la península de Arabia. El Ministerio Saudí de Salud anunció en septiembre del año 2012 que un nuevo coronavirus (no catalogado por la ciencia hasta entonces) se había detectado en tres pacientes, falleciendo dos ellos. A finales del año 2012, se habían comunicado nueve casos, cinco de los cuales murieron. En fechas muy recientes se han confirmado 33 casos, con 18 fenecimientos. La cifra de infectados es exigua para ser considerada una pandemia global. Pero hay un dato alarmante: la mortalidad es del 55%, similar a la del temible virus Ébola. El único caso europeo del que se tiene noticia es un paciente hospitalizado en Francia que había viajado a los Emiratos Árabes Unidos. Los coronavirus son un género de microorganismos que causan infecciones respiratorias y gastrointestinales, a veces de escasa gravedad, pero en otras ocasiones con una sintomatología que compromete la propia supervivencia de la persona o animal (mamíferos y aves) infectado. Su infausta fama procede de haber sido los gérmenes responsables del Síndrome Respiratorio Agudo que afectó a varios países asiáticos durante el año 2003. La infección surgió en el sur de China, de clima tropical, transmitiéndose directamente entre personas, y viajando primero desde Guanghzhou a Hong Kong; y, más tarde, llegando a la ciudad autónoma de Singapur; e incluso a Canadá (Toronto) y otros lugares. Esta infección afectó a unas 8.000 personas, con una mortalidad estimada en el 10% aproximadamente de todos los afectados. La rapidez con que se actuó en aquel momento limitó la expansión de la enfermedad y evitó un elevado número de fallecimientos. La actual preocupación por el sigiloso brote de la península arábiga proviene de la lección aprendida el año 2003, pero también de la enorme capacidad de mutación de los coronavirus. Cuando dos serotipos de coronavirus infectan a un mismo paciente, el intercambio de material genético (variabilidad génica) da lugar a la aparición de nuevos virus con un genoma que es mezcla de ambos. Está confirmado que el virus causante del Síndrome Respiratorio Agudo (SARS – Severe Acute Respiratory Syndrome –) surgió en la sur de China, pero nadie ha descifrado el lugar ni el momento preciso. Y esta cuestión es trascendente para un adecuado control epidemiológico de la infección. Casi siempre el origen de las epidemias se halla en la vida salvaje. Aproximadamente el 60% de todas la infecciones humanas, no solo víricas sino también bacterianas, son zoonosis, esto es, infecciones animales que, adquieren la habilidad evolutiva o encuentran las condiciones favorables, para convertirse en gérmenes infecciosos para los humanos. Los investigadores han descifrado que el virus causante del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS, de su acrónimo en inglés) emergió de los murciélagos. Desde estos animales, el virus puede haber pasado a otras especies de aves, en los bulliciosos y nada asépticos mercados populares de muchas ciudades de Asia. En algún momento y lugar indeterminado, el virus (coronavirus) infectó a una persona, posiblemente alguien que manipulase aves infectadas. Aun cuando la infección del año 2003 se consiguió controlar, el virus (o distintas estirpes genéticas de éste) se perpetúan en el sur de China en distintas especies de murciélagos. Los murciélagos actúan como reservorios de numerosos virus causantes de zoonosis, entre ellos los virus Marburg, Hendra, Nipah y Menangle. Algunas características de su ciclo vital (formación de grandes grupos sociales y supervivencias relativamente prolongadas) los convierten en excelentes hospedadores de virus. Además vuelan, tienen hábitos nocturnos de alimentación y cambian con frecuencia de comunidad. Todas estas características las convierten en excelentes transportadores y transmisores de infecciones víricas. Cuando se escribe este artículo, todavía se desconoce cuál es el reservorio natural de los coronavirus causantes de las infecciones en Arabia Saudí. La búsqueda se centra en los murciélagos, sobre todo los que viven en los productivos palmerales de los oasis de Al Ahsa, cercanos al Golfo Pérsico. Toda esta información puede parecernos exótica y lejana cultural y geográficamente. Sin embargo, debemos asumir, con conocimiento pero sin alarmismo, que un virus emergente, más temprano o tarde, causará una pandemia mundial. Puede surgir en China, en las selvas centroafricanas, Bangladesh o la península de Arabia, pero adquirirá dimensiones globales. El próximo mes de octubre (2013) millones de musulmanes viajarán desde todo el planeta hasta Mecca, a orillas del Mar Rojo, para la Hajj (traducción: partir a algún sitio), la peregrinación anual a los Lugares Santos del Islam. Podemos intentar ocultarnos de los patógenos emergentes, bien por la distancia o la falta de interés. Pero el mundo es hoy día demasiado pequeño. Zaragoza, a 6 de junio de 2013 Dr. José Manuel López Tricas Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria Farmacia Las Fuentes Florentino Ballesteros, 11-13 50002 Zaragoza |