El legado de Gadafi

publicado a la‎(s)‎ 5 abr 2012, 9:40 por Lopeztricas Jose-Manuel   [ actualizado el 5 abr 2012, 9:40 por Víctor Sin ]

 EL LEGADO DE GADAFI

A pesar del olvido sobre Libia en los medios de comunicación, Gadafi no ha muerto del todo. Durante su vida apoyó, con armamento y  petróleo, algunos movimientos insurgentes de los países situados al sur de Libia.

Los Tuareg son uno de esos movimientos insurgentes. Apoyaron a Gadafi en su  lucha contra la revuelta interna que le derrocó y terminó asesinándole. Y ahora, los Tuareg, rearmados con los restos del arsenal que les entregaron las fuerzas leales a Gadafi, han llevado a cabo un nuevo intento por lograr un territorio en el que asentarse como una nueva nación independiente en un área ubicada al norte de Malí, un inmenso país (dos veces y media la extensión de España) del Sahel africano. Esta lucha adquiere trascendencia internacional porque los Tuareg han apoyado a grupos islamistas radicales vinculados con la franquicia Al Qaeda, mientras Malí ha sido un aliado occidental, con enormes riquezas minerales bajo su yermo desierto.

Los Tuareg asaltan las ciudades del norte de Malí, al grito de “Allahu akbar” (Dios es Grande) con sus viejos Kalashnikov, pero con una determinación que solo se sustenta en el fanatismo más extremo. El ejército del extenso y pésimamente comunicado país, se ve sobrepasado más allá de la capital, Bamako. El reciente y todavía golpe de estado complica todavía más la situación.

Durante su vida, Gadafi respaldó militarmente movimientos insurgentes en Chad, Angola, Guinea-Bissau, Eritrea, Mozambique, Namibia y Zimbabwe.

Los Tuareg tienen una larga tradición de lucha guerrillera en la inmensa e inhóspita región, habiéndose producido escaramuzas armadas en la década de 1960; a comienzos de los años 90; y la última en el año 2006. En todas ellas fracasaron, viéndose obligados a retirarse a las áreas montañosas y aisladas de la región. Sin embargo, esta vez, mejor armados, su lucha está suponiendo una grave amenaza para el ejército de Malí.

Su movimiento tiene incluso unas siglas: M.N.L.A. (acrónimo de Mouvement National Pour la Libération de l’Azawad Azawad) que es como ellos denominan a la región del norte de Malí que consideran su territorio.

Los rebeldes, probablemente no más de un millar, están comandados por un antiguo coronel libio, y su armamento, que incluye misiles anticarro y antiaéreos, está comprometiendo al ejército maliense.

Cerca de media docenas de ciudades en el norte de Malí han sido atacadas, incluyendo Niafounké y la mítica Tombuctú. Tanto las fuerzas rebeldes como el ejército de Malí han reconocido haber sufrido bajas; pero lo peor, como siempre, es que unas 10.000 personas se han visto obligadas a huir de las zonas en conflicto, según el Comité Internacional de la Cruz Roja.

La situación, lejos de mejorar, ha empeorado durante los últimos días. Según Idrissa Traoré, portavoz del gobierno, la ciudad de Ménaka ha sido reconquistada por los rebeldes Tuareg, con un sinnúmero de víctimas, tanto civiles como militares. Las informaciones son confusas, pero la mítica “perla del desierto” (Tombuctú) parece haber caído en manos de la insurgencia Tuareg.

Malí, colonizado por Francia en el siglo XIX como parte de los “Territorios franceses de Ultramar”, se unió con Senegal en una efímera alianza (solo duró un año), llegando a ser una República independiente. Durante su breve historia como país solo tuvo una breve guerra con Burkina Faso en 1985, pero sus principales problemas han sido siempre los derivados de su extrema climatología, prolongadas sequías y esporádicas inundaciones. Con todo, no ha sido un país especialmente conflictivo.

Los habitantes de Bamako (casi un millón de habitantes), capital del país, manifiestan su asombro ante el hecho de que un millar de hombres, aunque muy bien armados y determinados, estén siendo capaces de amenazar toda esta extensa región del Sahel africano.

Los habitantes de Malí, que una vez vieron al coronel Gadafi como un benefactor, perciben ahora su herencia como una amenaza a la integridad del país. El resurgimiento de la amenaza Tuareg es el legado póstumo de Gadafi. Algunos miembros que ahora integran los comandos Tuareg, muy bien entrenados, proceden de los fieles a Gadafi que huyeron de Libia, junto con un poderoso y relativamente sofisticado armamento.

Durante las sequías de las décadas de 1970 y 1980, muchos jóvenes Tuareg emigraron a los campos de entrenamiento en el sur de Libia. Allí al menos podían sobrevivir, al mismo tiempo que recibían entrenamiento militar, devolviendo el favor mediante la intervención para desestabilizar países como Chad, Níger y Malí.

Libia representó un centro mundial de entrenamiento de muchos “señores de la guerra”. Se sabe que Charles Taylor (en la actualidad esperando veredicto tras el juicio al que ha sido sometido por el Tribunal Penal Internacional de La Haya), que convulsionó su propio país, Liberia, pero también Sierra Leona, y Foday Sankoh (éste en Sierra Leona) recibieron entrenamiento en Libia.

El coronel Gadafi respaldó los movimientos independentistas a lo largo y ancho de África, incluyendo un intento de golpe de estado en Sudán en 1976; a la vez que respaldando dictaduras militares, como en Gambia en 1994. La intervención más significativa de Gadafi en la región del Sahel africano la constituyó su intromisión en Chad durante la década de 1980, cuando respaldó un grupo guerrillero que convulsionó un área fronteriza rica en minerales. Aun cuando fracasó en su intento inicial, las disputas fronterizas se prolongaron hasta el año 1994.

Una nueva amenaza de conflicto y éxodo amenaza a una de las regiones más pobres de África. Los gobiernos occidentales, muy preocupados con sus economías, no pueden hacer oídos sordos, como tantas veces, al sufrimiento en África. No existen razones, ni éticas, ni políticas, ni económicas, que lo justifiquen.

Zaragoza, 5 de abril de 2012

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Zaragoza

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