Pandemias y atavismo
EPIDEMIAS Y ATAVISMO
Entre los años 1348 y 1351, en el medievo, Europa sufrió una de las peores epidemias de peste (la Muerte Negra). Durante estos años, los judíos fueron acusados con saña de haberla desencadenado; y más de 200 comunidades judías aniquiladas.
Cada vez que se habla de epidemias o pandemias, cuyo origen, evolución y consecuencias desconocemos, surgen miedos atávicos que, si bien están muy lejos de las supersticiones medievales, nos retrotraen a posiciones primarias de culpabilización. Cuando los primeros casos de la llamada gripe tipo “A” surgieron en México en agosto de 2009, se desencadenó cierto rechazo hacia los mexicanos, sobre todo en países fronterizos o con abundante trasiego de ciudadanos. Se llegó incluso a proponer por parte de algunos políticos norteamericanos cerrar la frontera con México. Antes de que esa propuesta inútil tomara forma, ya habían surgido algunos casos de gripe en los estados del sur de Estados Unidos. Y la propuesta se diluyó.
En el mes de mayo, un famoso futbolista chileno llamó “leproso” a otro, no menos famoso, futbolista mexicano. Todos sabemos el poder mediático de los futbolistas. Algunos medios de comunicación chilenos acusaron al jugador de ¡ser un germen de guerra bacteriológica!.
En Argentina se apedrearon autobuses provenientes de Chile, considerando que difundían la temida enfermedad. Y, cuando Argentina comunicó un importante número de casos, los países europeos previnieron a sus ciudadanos de viajar a dicho país.
Cuando la enfermedad, o el temor a contraerla se extiende, la sociedad busca un porqué; y, cuando no lo encuentra, ahora al igual que en los tiempos medievales, se tienden a buscar “cabezas de turco”.
Recientemente se ha descubierto el llamado “tesoro de Erfurt”. Se trata de una colección de más de 3000 monedas de plata, 600 de oro, incluyendo un fantástico anillo de boda del siglo XIV. El tesoro fue abandonado hacia 1350, cuando la peste negra llegó a la ciudad de Erfurt, situada en lo que hoy es Alemania. Los judíos fueron acusados, perseguidos y asesinados. El tesoro quedó abandonado; y allí siguió durante 700 años.
¿Por qué los judíos fueron acusados de provocar la Peste Negra?. Una hipótesis es que los judíos almacenaban más grano que otros campesinos durante el invierno. Llegada la Pascua judía (en primavera) sacaban el grano de sus casas para airearlo, con lo que aumentaba la población de ratas. Los brotes de las epidemias peste negra se producían alrededor de dicha festividad.
Durante la peste negra, el Papa Clemente VI dictó una bula, exculpando a los judíos de toda responsabilidad en la epidemia.
La expansión hacia Occidente de la peste bubónica (Muerte Negra) habría que buscarla en Möngke Khan, nieto del célebre Genghis Khan, quien en 1252 envió sus ejércitos al sur, hasta lo que hoy es Burna, poniendo en contacto a sus tropas con roedores cuyas pulgas transportaban Yersina pestis, el bacilo de la peste bubónica o peste negra. Tras el regreso de los ejércitos de Möngke Khan, las pulgas infestadas picaron a las marmotas de las estepas de Mongolia. Las caravanas que hacían la ruta de la seda, transportaron las pulgas que infestaban los roedores hasta los puertos del Mar Negro; y desde allí alcanzaron el puerto de Kaffa en la península de Crimea, hacia 1346. La expansión hacia Europa resultaba inevitable. Pero, 1000 años antes, navegantes indios y egipcios facilitaron la llegada del bacilo de la peste desde la región de los Grandes Lagos africanos hasta los puertos asiáticos, desde donde se expandió hacia el norte.
Determinadas costumbres, normalmente vinculadas a la religión, han protegido a grupos étnicos de ciertas enfermedades.
Se sabe, por ejemplo, que los habitantes de la región de Manchuria evitaron la peste negra por la creencia de que las marmotas transportaban el alma de los muertos, por lo que era tabú atraparlas, aunque si estaba permitido disparar sobre ellas. La protección duró hasta que los inmigrantes chinos, a comienzos del siglo XX, las cazaban para comer.
Otros ejemplos: Los tamiles provenientes de India, trabajadores de las plantaciones en Malaisia, junto con los malayos y chinos, padecían menos dengue y malaria que éstos. La razón era sencilla: los tamiles no almacenaban agua cerca de sus viviendas, con lo que se reducía la población de mosquitos transmisores.
La epidemia de polio a comienzos de la década de 1950 también desencadenó el miedo y los prejuicios, siempre tan unidos al desconocimiento. En muchas áreas de Sudamérica, los habitantes de áreas rurales cortaban las carreteras para impedir llegar a la gente de las grandes urbes, en la creencia de que la gente de las capitales traía el germen de la polio; hasta que, por suerte, la vacuna terminó con los prejuicios.
En el libro “The Great Influenza: The Epic Story of the Deadliest Plague in History”, John M. Barry, su autor, cuenta que los primeros casos de gripe de 1918 surgieron en el condado de Haskell, en Kansas, Estados Unidos. Pronto la epidemia se extendió a Fort Riley; y desde allí a otras bases militares; y, desde donde viajó en barco a Europa durante el transporte de tropas cuando Estados Unidos se involucró en la Primera Guerra Mundial. Francia, Gran Bretaña y Alemania tenían censura de prensa. No así España, que comunicaba los casos de gripe. De aquí que se le conozca como “gripe española”, denominación errónea que ha perdurado a lo largo del siglo XX.
Muchas enfermedades humanas se originan en animales. Y muchas veces las decisiones que se toman sobre los animales son ridículas, por exageradas. Los ejemplos recientes son casi medievales: las matanzas de animales de granja en algunos países del sudeste de Asia para prevenir la gripe aviar (H5N1); los sacrificios de cerdos pertenecientes a la minoría cristiana copta en Egipto, lo que causó graves pérdidas a una minoría religiosa en un país predominantemente musulmán; la eliminación de miles de vacas en Gran Bretaña y otros países debido a las encefalopatías espongiformes (el llamado “mal de las vacas locas”); e incluso la caza de cigüeñas y la destrucción de sus nidos en Tailandia ante el temor de que pudieran transportar la gripe aviar en sus migraciones.
Incluso en Afganistán, donde solo vive un cerdo solitario en el zoológico de Kabul, se le aisló para que no comiera en el mismo lugar que las cabras y los ciervos.
El desconocimiento y el miedo desencadenan comportamientos cuya explicación habría que buscarla en reacciones instintivas de las partes más arqueológicas de nuestro cerebro. Es como si las áreas menos evolucionadas, más primitivas, de nuestro cerebro tomarán el control de nuestro comportamiento en aras de supuestas amenazas a nuestra supervivencia como especie.
Dr. José Manuel López Tricas
Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria
Zaragoza