Charles Taylor: criminal de guerra

CHARLES TAYLOR: CRIMINAL DE GUERRA

Día de Navidad de 1989: Charles Taylor encabezando una guerrilla de soldados drogados y borrachos, incluyendo adolescentes, autodenominada NPFL (Frente Patriótico Nacional de Liberia) entra en Monrovia (capital de Liberia) desde Burkina Fasso, asesinando y mutilando salvajemente a la población civil. Este personaje era tan protervo, pero mucho mejor formado intelectualmente, que el entonces presidente del país, el sargento Samuel Doe, quien también había accedido al poder tras un brutal golpe de estado años atrás. El país se sumerge aún más en la violencia indiscriminada, hasta que la ONU y ECOWAS (fuerza de pacificación de los países del oeste africano liderado por Nigeria, el país más poderoso de la región) logran controlar la situación, estableciendo una paz que, aunque precaria, parecía un sueño para los liberianos. Se convocan elecciones: Ellen Johnson-Sirleaf, es elegida presidenta, la primera mujer que alcanza dicho rango en una nación africana. Su elección fue un acierto. De gran formación intelectual (licenciada por la universidad de Harvard), y de origen mixto (alemana por parte de su abuelo materno; e indígena por parte de su abuelo paterno), ha logrado pacificar el país, inaugurar una época de desarrollo y relativa prosperidad, así como hacer posible el juicio de Charles Taylor que había huido a Sierra Leona, donde también se vio involucrado en una brutal guerra civil. Y es en esta nación donde se constituyó el tribunal destinado a juzgarlo. Sin embargo, por razones de seguridad, el juicio se desarrolla en La Haya (Holanda), a donde Charles Taylor ha sido trasladado hace unos meses.

Charles Taylor cambió su apellido, de McArthur a Ghankay, a fin de parecer más indígena ante los ciudadanos liberianos. Siempre afirmó ser hijo de un matrimonio interracial (aborigen – descendiente de colono). Su historia personal conocida es bastante curiosa: nació en una aldea del interior del país, en una familia extremadamente pobre de 15 hermanos. Consiguió ser ministro del gobierno golpista de Samuel Doe. Pero antes de estos hechos, abandona Liberia y viaja a Estados Unidos, donde consigue una licenciatura universitaria en economía. Tras varias estafas, termina en prisión; de donde consigue fugarse siguiendo el método tradicional: limando los barrotes de su celda y sobornando a algunos funcionarios. Se pierde su pista, hasta que reaparece en Gabón (África occidental). De allí se traslada a Burkina Fasso, donde, con la ayuda de este país y de Libia, consigue organizar una guerrilla (NPFL) con la que entra brutalmente en Monrovia el día de Navidad de 1898, apelando a Jesucristo y considerándose un pastor protestante.

El ex dictador derrocado, Samuel Doe, fue asesinado en 1990 por otro grupo de rebeldes, dirigido éste por Prince Yormie Johnson, que también contribuyó al caos liberiano. Entre ambos grupos guerrilleros se entabló la terrible guerra civil que solo terminó cuando Estados Unidos envió fuerzas de pacificación tras el secuestro de varios cooperantes. Solo estos últimos hechos merecieron una mínima atención informativa.

Charles Taylor es el primer presidente de una nación africana que está siendo juzgado en el Tribunal Penal Internacional por crímenes lesa humanidad. Está siendo juzgado con discreción, lo que tanto beneficia a determinados gobiernos occidentales y magnates del comercio de diamantes. Pero los hechos juzgados son terribles.

Taylor está acusado de haber organizado y dirigido grupos armados que convulsionaron determinadas áreas del oeste africano, sobre todo las zonas mineras ricas en diamantes de Sierra Leona. Pero lo más aterrador son los métodos bárbaros usados: utilización de niños soldados, quienes amputaban la nariz, las orejas o los miembros de modo indiscriminado, como si de un juego se tratase, mientras los “instructores” se dedicaban al pillaje, la violación y el estupro.

Su defensa, dirigida por Courtenay Griffiths, arguye que Chales Taylor “no es un Napoleón africano”, sino un hombre de paz.

Se estima que más de 200.000 personas murieron durante una década de lucha (1989-1999) solo en Sierra Leona; la cifra en Liberia no es ni siquiera estimable. Tristemente, solo los crímenes cometidos en Sierra Leona entre 1996 y 2002 son los que están siendo juzgados en el Tribunal Penal Internacional. El juicio, que debería desarrollarse en Freetown, capital de Sierra Leona, ha sido trasladado a La Haya (Holanda) por razones de seguridad. Y ello a pesar que la mayoría de los testigos viven en Sierra Leona; 91 de ellos han tenido que realizar un largísimo viaje para testificar ante el tribunal en Holanda.

Muchos de los testigos han declinado testificar tras recibir amenazas; y otros han debido recibir nuevas identidades que les protejan de represalias.

Resulta escalofriante ver a los testigos gesticular con sus miembros amputados envueltos en vendas; o escuchar testimonios como los de Mustapha Mansary, un aldeano a quien los rebeldes el amputaron ambas manos. En un momento determinado, un abogado del equipo que defiende a Charles Taylor, pregunta: “Sr. testigo: ¿puedo preguntarle si es capaz de leer y escribir en inglés?. El testigo (Sr. Mansary), tras escuchar la traducción simultánea, levanta sus dos muñones, y responde: “No tengo manos con que escribir”. El abogado, abochornado, se disculpa.

Otra víctima, que testificó bajo la clave “064” describió el día que los rebeldes llegaron a su aldea de Foendor, asesinando y mutilando a muchos adultos y niños, entre ellos a sus dos hijos. Después que nueve niños y adultos fueran decapitados, Tamba Joe, el líder del grupo armado, le ordenó rebuscar en el saco para ver si contenía las cabezas decapitadas de sus dos hijos. Aterrorizada, ella no pudo. Un hombre le ayudó a llevar el saco que goteaba sangre hasta una aldea próxima. Allí tuvieron que arrojar las cabezas a un riachuelo. Entre las cabezas cortadas estaban las de sus dos hijos.

Nadie sabe, ni siquiera de modo aproximado, cuánta gente fue asesinada o mutilada en la guerra civil durante la década de 1990. Muchos de los que fueron mutilados no sobrevivieron; los que lo consiguieron, sin brazos ni piernas, no han podido seguir cultivando la tierra, y malviven de la mendicidad o de la esporádica ayuda humanitaria.

No es tan fácil incriminar a Charles Taylor: no existían órdenes escritas, solo consignas que se transmitían en clave desde la mansión del dictador y que eran ejecutadas las más de las veces por adolescentes bajo los efectos del alcohol y las drogas.

Uno de los más dramáticos testimonios es el que contó ante el tribunal Joseph Marzah, durante largo tiempo un íntimo colaborador de Taylor, responsable de los escuadrones de la muerte; y actualmente, un acaudalado hombre de negocios. Afirmó que varios pacificadores africanos fueron asesinados, cocinados y comidos por Taylor; mientras sus armas eran vendidas de contrabando. Otros testigos también han testificado prácticas de canibalismo. J. Marzah explicó así mismo que existió un tráfico de armas desde Liberia hacia Sierra Leona durante el gobierno de Taylor, a pesar del embargo vigente. En este negocio participaban las propias fuerzas de pacificación dirigidas por Nigeria.

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Zaragoza