La otra cara de Afganistán

LA OTRA CARA DE AFGANISTÁN

Si ustedes examinan un mapa de Afganistan, observarán un apéndice de terreno situado al noreste del país. Es el denominado corredor Wakhan, una estrecha franja de territorio afgano, de elevadas y gélidas planicies, estrujado entre Tajikistán, Pakistán y China. Está separado del resto del territorio afgano por el Hindu Kush, una barrera montañosa y helada. Allí, la guerra, una constante para el resto de los afganos, resulta algo ajeno y lejano.

Desde la invasión soviética, la posterior guerra civil y la ulterior toma del poder por la guerrilla antitalibán (Alianza del Norte) con ayuda norteamericana, esta región ha permanecido ajena al conflicto. En el corredor Wakhan ni los talibanes ni los soldados norteamericanos hacen acto de presencia. Los habitantes de las aldeas de esa zona siguen una rama moderada del Islam, Ismailismo, cuyo líder espiritual, Aga Khan, es un personaje multimillonario afincado en Paris.

Contra lo que pudiera pensarse, esta región afgana recibe algunos turistas, además de montañeros dispuestos a alcanzar sus elevadas cimas de más de 6.000metros; muchos llegan atraídos por las rutas otrora seguida por afamados exploradores, entre ellos Marco Polo y el húngaro (austro-húngaro) Sir Aurel Stein, que falleció en Kabul.

El corredor Wakhan, ignorado por las autoridades de Kabul, carece prácticamente de servicios básicos. Por suerte, algunos grupos de ayuda internacional no-gubernamentales tienen una creciente implantsción, facilitada por la ausencia de la violencia existente en el resto Afganistán. Dos ejemplos: Greg Mortenson, co-autor del libro “Three Cups of Tea” (“Tres tazas de té”, traducido al español y editado por Kantolla, de lectura muy recomendable) ha construido once escuelas en la región, en colaboración con una asociación altruista, Central Asia Institute; así mismo, la Sociedad de conservación de la Vida Salvaje (Wildlife Conservation Society) ayuda a preservar el leopardo de las nieves, en peligro de extinción, entrenando para ello, y dando trabajo, a habitantes locales.

La ausencia de violencia hizo posible, por ejemplo, que una expedición franco-afgana escalase el pico Noshaq, la cumbre más elevada de Afganistán, con sus 7.492metros de altura, en 2009.

En este apéndice de territorio afgano, donde el río Panj (más conocido como Amu Darya) transcurre por amplios valles, viven alrededor de 12.000 personas, la mayoría de la etnia Wakhi. Como ismailitas, no siguen algunas de las más asentadas tradiciones del Islam, no ayunando durante el Ramadán. Esta interpretación del Islam es una de las más modernas y tolerantes, en un país donde no se permiten ni las más nimias desviaciones de la interpretación sunni del Corán.

Las aldeas de etnia Wakhi motean territorio de Afganistán, Pakistán, Tajikistán y China. El corredor Wakhan debería ser parte del territorio de Tajikistán o Pakistán; pero en 1895, se creó esta franja de terreno, asignándolo a Afganistán, al objeto de aislar geográficamente a dos imperios: británico y ruso.

En esta remota e inhóspita región, las personas todavía viven en una economía de trueque: durante el verano intercambian ovejas, cabras y yaks, lo más valioso que poseen, por vestidos y otros productos, a caravanas de comerciantes foráneos.

Es una sociedad rural: los hombres cuidan de los rebaños; y las mujeres, vistiendo tradicionales vestidos rojos, trabajan en los campos de trigo y cebada. Solo usan los burkas cuando acuden a Ishkashim, una ciudad al oeste, que se halla al comienzo de este apéndice de territorio, donde la mitad de la población son tajikos de creencia sunni. Muchos comerciantes Wakhi cruzan libremente entre los países a través de los elevados pasos de montaña.

El extremo oriental del corredor, próximo a China, semeja en su paisaje a la meseta tibetana: es el denominado Pequeño Pamir, donde viven apenas 100 familias kirgizas nómadas. Otras 140 familias viven en el denominado Gran Pamir, elevadas mesetas que parecen querer adentrarse en territorio de Tajikistán.

El corredor Wakhan no ha sido siempre una región ignorada. Una de las ramificaciones de la Ruta de la Seda atravesaba estas elevadas mesetas; y distintas religiones (Zoroastrismo, Budismo e Islamismo) han dejado su impronta en distintas épocas históricas.

Tristemente algunos problemas prevalentes en otras regiones afganas también se presentan en esta región. Así, por ejemplo, la adicción al opio es muy común entre los nómadas kirgizos.

Algunas organizaciones de tipo altruista (no-gubernamentales), como Aga Khan Development Network, y la citada antes, Central Asia Institute, construyen escuelas e instruyen para que los padres envíen a sus hijos a la escuela, en lugar de mantenerlos cuidando rebaños desde niños. Esta es una tarea trascendental y relativamente urgente, sobre todo ahora que existe el proyecto de unir por tren China y las regiones afganas ricas en minerales, a través de su única frontera, el paso de Wakhjir, en el extremo oriental del corredor Wakhan.

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Zaragoza