Sufrimiento y subdesarrollo

DOLOR Y SUBDESARROLLO

Millones de personas de los países pobres mueren sin poder aliviar el dolor por carecer de acceso a la morfina, el mejor y más barato de los analgésicos.

Y esta falta de morfina no es consecuencia de la falta de recursos. Los narcóticos (morfina y análogos) incitan miedo: temor a la posible adicción en los pacientes; pero sobre todo temor al uso ilegal y a la criminalidad que rodea su tráfico clandestino. Las élites políticas y económicas de países subdesarrollados acuden a Occidente en busca de los tratamientos que se les niega a la mayoría de sus conciudadanos.

La OMS estima que alrededor de 5 millones de personas con cáncer no reciben el tratamiento adecuado para controlar su dolor; a lo que hay que añadir otro millón y medio cuyo dolor, no menos lacerante, proviene de otras causas: enfermos de SIDA, accidentes de tráfico (grave problema en países subdesarrollados), heridas de armas de fuego, y diversas otras causas. A estas estimaciones de personas cuyo dolor apenas se controla, hay que añadir millones más que, sencillamente, carecen de acceso a cualquier tipo de tratamiento.

El asunto se resume con toda crudeza: los ciudadanos de los países ricos sufren menos. Seis países (EEUU, Canadá, Francia, Alemania, Gran Bretaña y Australia) consumen (para fines médicos) el 80% de toda la morfina; mientras el 80% de la población mundial solo tienen acceso a un 6% de la morfina producida legalmente.

De hecho, existen países que no importan morfina para uso médico. Cuando las clases dirigentes de estos países sufren cáncer, emigran a Occidente para recibir tratamiento.

El índice de suicidios (sobre todo: ahorcamiento y arrojarse delante de camiones) entre las personas con cáncer en países africanos sin acceso a la morfina es sorprendentemente elevado.

Mucha gente en Occidente tiende a pensar que los africanos mueren de SIDA, malaria y otras enfermedades parasitarias. Y así es. Pero el acceso, aunque restringido, a vacunas y antibióticos, ha aumentado la esperanza de vida; y la expectativa de una vida más prolongada conlleva un mayor riesgo de desarrollar cáncer. Según algunos cálculos, casi la mitad de los seis millones de fallecimientos por cáncer en todo el mundo tuvieron lugar en países subdesarrollados.

El problema no es estrictamente económico: el tratamiento diario con morfina a un paciente con cáncer en Uganda cuesta lo mismo que una barra de pan. Las restricciones al uso de morfina en estos países deriva más de un infundado temor a la adicción de los pacientes (temor existente en Occidente hasta no hace mucho tiempo); y también del uso de los narcóticos entre las guerrillas que han asolado con terribles matanzas algunas de estas naciones. Todos recordamos Sierra Leona, Liberia, Burundi y Ruanda; y, aún más recientemente, Kenia. En estos países, los narcóticos se distribuían junto con los Kalashnikov, bajo nombres como gunpowder (pólvora), brown-brown, unido a pegamento y alcohol barato.

No deben existir razones religiosas, éticas o políticas que justifiquen un sufrimiento evitable.

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria

Zaragoza