Programa de investigación de la sífilis en Guatemala (1946-1948)

PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN DE LA SÍFILIS EN GUATEMALA

En el bienio 1946-1948, el gobierno federal de Estados Unidos financió un estudio de salud pública durante el cual infectaron deliberadamente a cerca de 700 ciudadanos guatemaltecos, fundamentalmente presidiarios, pacientes de instituciones mentales y soldados (indígenas en su mayor parte), de enfermedades venéreas, el objeto de determinar la eficacia de la penicilina.

El Tesoro Público concedió una importante aportación económica al Instituto Nacional de Salud (National Institutes of Health), quien pagó los servicios de prostitutas infectadas para que transmitieran sífilis a prisioneros, dado que este tipo de visitas en las prisiones estaba permitido en Guatemala. Cuando no se lograba infectar con sífilis a los presidiarios, por medio de estas visitas, la bacteria se introducía en rasguños hechos en sus penes, cara o brazos; e incluso, en algunos casos, llegaba a ser inyectada mediante punción espinal.

Si los prisioneros enfermaban de sífilis, se les administraba penicilina. Sin embargo, en aquellos años la disponibilidad de penicilina era limitada. Por ello no hay constancia de que todos los infectados recibieran el antibiótico; y aun menos de su curación.

Estas revelaciones fueron dadas a conocer el viernes, 1 de octubre, 64 años después de sucedidos los hechos, por la Secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton, y la Secretaria de Servicios Humanos y Salud, Kathleen Sebelius. Pidieron disculpas al gobierno de Guatemala, así como a los supervivientes y descendientes de los infectados; y definieron el experimento como “claramente antiético”; siendo mayor su vesania si se considera que el estudio se planteó como de Salud Pública.

John C. Cutler, el médico que dirigió el experimento de Guatemala, jugó un papel trascendente en otra oscura página de la experimentación médica: el estudio Tuskegee, en el cual hombres americanos de raza negra con sífilis no fueron tratados de manera deliberada durante décadas.

Los experimentos llevados a cabo en Guatemala nunca fueron publicados. Si se ha sabido de ellos es gracias a la profesora Susan Reverby, historiadora de la medicina, quien halló los datos en los archivos de la universidad de Pittsburgh. Esta misma profesora había escrito dos libros acerca del antes mencionado estudio Tuskegee.

En el año 1946, el Dr. Cutler fue enviado a la misión en Guatemala, que abandonó dos años más tarde debido, en parte, a cotilleos entre la casta médica acerca de su trabajo; pero también por el importante consumo que hacía de penicilina, entonces, un bien caro y escaso.

A su regreso de Guatemala, se incorporaría al estudio Tuskegee, que lleva el nombre de esta ciudad de Alabama; experimento que ya se había iniciado en 1932, a manera de análisis prospectivo acerca de cómo la sífilis progresaba en aparceros de raza negra. Cuando la penicilina llegó a estar disponible (a mediados de la década de 1940), esta opción de tratamiento fue ocultada a los infectados con objeto de proseguir con el estudio.

El engaño también fue usado en Guatemala. Según se ha sabido, el Dr. Thomas Parran, a la sazón cirujano que supervisó los inicios del estudio Tuskegee, era conocedor de que el experimento que se estaba llevando a cabo en Guatemala era ocultada al entonces presidente, Juan José Arévalo, quien por primera vez puso en marcha imprescindibles reformas sociales, tras más de un siglo de dictaduras militares, desde su independencia de España, en 1821.

El juicio de Nuremberg, cuyo documental no censurado ha comenzado a ser visionado en Estados Unidos (esperemos que pronto en España), mostró los aberrantes e inútiles experimentos médicos nazis en los campos de concentración. De esos hechos surgieron diversos códigos éticos, cuya plasmación final fue la Declaración de Helsinki, de 1964; aceptada como código de conducta por las asociaciones médicas de numerosos países.

El escándalo del caso Tuskegee, cuyas audiencias fueron presididas por el senador Edward Kennedy, condujeron a las regulaciones de 1981 sobre las limitaciones de la investigación en seres humanos.

Estas leyes vinieron precedidas por otros escándalos: entre los años 1963 y 1966, investigadores de Willowbrook State School, en Staten Island infectaron a niños con retraso mental con hepatitis, al objeto de estudiar la eficacia de una gammaglobulina; y en el año 1963, se inyectaron células de cáncer a pacientes ancianos ingresados en el Brooklyn Jewish Chronic Disease Hospital, para observar si desarrollaban tumores.

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico Especialista Farmacia Hospitalaria

Zaragoza