Malaria (paludismo): reflexiones

Cabeza de la hembra del mosquito Anopheles. La fotografía muestra los órganos sensoriales. La probóscide se usa para chupar la sangre con la que se alimenta. De la cabeza sobresalen dos antenas. Debajo de las antenas se observa a modo de protrusión, la probóscide, flanqueada por dos órganos de fijación

La picadura del mosquito es la sensación dolorosa asociada con la inserción de la probóscide, por medio de la cual chupa la sangre de la que se alimenta. Tras la picadura, los mosquitos clavan los estiletes que se hallan a ambos lados de la probóscide, hurgando hacia delante y hacia atrás hasta localizar un vaso sanguíneo. La saliva del mosquito se inyecta en la herida microscópica para facilitar la fijación mientras se alimenta de la sangre del mamífero. La saliva contiene el parásito responsable de la malaria; ésa puede ser transmitida aun cuando la hembra del mosquito no logre alimentarse de sangre.

El mosquito hembra transmisor del paludismo mata más humanos que cualquier otra criatura en el mundo. Todos los esfuerzos por hallar una vacuna eficaz han fracasado hasta la fecha (julio 2011).

En la fotografía, mosquitos transmisores usados por la empresa Sanaria Inc de Estados Unidos, en su proyecto para desarrollar una posible vacuna contra el paludismo; o, al menos, su forma más mortífera, cual es la causada por Plasmodium falciparum.

Imagen superior izquierda: Sarah Muwanga Mbawonye, encargada de la distribución de fármacos antimaláricos en una zona de Uganda.

Imagen superior derecha: Los dos niños de la fotografía superior estaban muy enfermos. Ambos padecían convulsiones. Cuando fueron encontrados no disponían siquiera de medicación para reducir la fiebre. Estos dos niños tuvieron suerte: fueron trasladados a un dispensario donde recibieron medicación antimalárica. De lo contrario habrían muerto casi con toda seguridad. Fotografía realizada en Nigeria

En la muerte, ya que no en vida, un vínculo une al faraón adolescente, Tutankamón, con multitud de seres humanos, indistintos en su rango y posición social. Las paredes de los palacios del faraón no le protegieron del Anopheles, que infestaban el valle del Nilo con parásitos de malaria. Un reciente hallazgo científico ha mostrado que la malaria es la causa más probable de muerte del famoso faraón de 19 años (17 años según otros autores), en el siglo XIV a.C.

La malaria ya era una causa común de aflicción y muerte en el antiguo Egipto; y lo continúa siendo hoy día en algunas regiones. Según estimaciones de las Naciones Unidas, más de 250 millones de personas resultaron infectadas por malaria el año 2009. Prácticamente la mitad de la población mundial se halla en riesgo de paludismo, principalmente en los países tropicales. La fiebre debilitante asociada al paludismo es responsable de la muerte de más de 700.000 niños cada año, si bien las cifras varían según las fuentes consultadas.

La malaria aparece con reiteración en la historia y literatura. Puede haber marchitado la grandeza de Roma, aunque evitó el saqueo por las tropas de Atila, los Hunos, quienes se retiraron ante el miedo a las fiebres entre las gentes del valle del río Arno. Una época especialmente cálida expandió la enfermedad en Roma, como se evidencia por estudios arqueológicos en las tumbas de la época.

La pestilencia está íntimamente unida a la historia de Roma. De hecho la palabra “malaria” significa “mal aire” haciendo referencia a la antigua creencia de que las fiebres se transmitían a través del aire pestilente. Los “vapores” persistieron casi hasta la actualidad, cuando Henry James escribía su novela “Daisy Miller”. Cuando la protagonista, candorosa joven americana paseaba bajo la luz de la luna por el Coliseo romano, ignoraba los peligros invisibles, falleciendo días más tarde tras un terrible caso de fiebre.

Durante la construcción del canal de Panamá, los casos de fiebres, por malaria, pero también por fiebre amarilla y dengue, causaron un sinnúmero de problemas, tanto a los trabajadores como a los soldados que protegían las obras.

Aunque la malaria ha sido erradicada en los países ricos, y se trata fácilmente con medicamentos, hubo un tiempo durante el que la malaria podía contraerse en la mitad del territorio de lo que hoy constituye Estados Unidos. A mediados del siglo XIX, la denominada “fiebre del río Potomac” (el río que baña Washington) era malaria. Los diplomáticos europeos que debían vivir en Washington recibían un sobresueldo por los riesgos de contraer malaria.

También en España, durante las primeras décadas del siglo XX, se presentaban casos de malaria y otras “fiebres” no diagnosticadas como malaria, en zonas tan dispares como las Rías Bajas de Galicia; así como en casi todos los humedales, desde el Delta del Ebro al actual Coto de Doñana, en Huelva.

Zaragoza, julio, 2011

Dr. José Manuel López Tricas

Farmacéutico Especialista Farmacia Hospitalaria

Zaragoza